La necesidad de acuerdos por un futuro
Por Alieto Aldo GuadagniAcademia Nacional de Educación
Argentina ha abierto las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el propósito de recibir la ayuda necesaria para afrontar las crecientes dificultades financieras, asociadas con la suba de la tasa de interés en los Estados Unidos y las crecientes presiones del mercado para devaluar el peso. Acudir al FMI no es ninguna novedad en Argentina, si bien el país había cancelado todas sus deudas con esta institución multilateral en los primeros años de este siglo.
Hay que esperar que se concreten en las próximas semanas las negociaciones requeridas entre el gobierno argentino y el FMI, para definir los alcances y condicionalidades de la ayuda financiera solicitada. Estas negociaciones no podrán dejar de tener en cuenta el panorama económico y social, caracterizado por un escaso crecimiento productivo que ha impulsado el gran crecimiento de la pobreza en los últimos años, y se ha convertido en un fenómeno grave ya que la gran mayoría de los pobres hoy son en Argentina verdaderos excluidos sociales.
Para tener una perspectiva histórica de la economía argentina y de sus actuales problemas, podemos comenzar por recordar que el mundo y América Latina eran muy distintos en el siglo pasado, esto es bien notorio cuando se presta atención al retroceso de nuestro país en el escenario mundial y en el latinoamericano. Recordemos que cuando irrumpe la gran crisis mundial del treinta, el liderazgo argentino era notable; nuestro PBI era un 40 por ciento mayor al del Brasil, casi el doble de México, cuatro veces el de Chile y casi cinco veces el de Colombia. Pero a partir de los años treinta se reduce la importancia de nuestro país en el escenario latinoamericano. Este retroceso argentino fue objeto de varias investigaciones de carácter económico y social, cuyas conclusiones abonaban lo que Paul Samuelson sostenía hacia 1980, cuando expresaba que en el mundo que iniciaba el periodo histórico de la Segunda Globalización, había cuatro clases de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón que no tenía recursos naturales y era bastante difícil explicar cómo pudo crecer tanto en tan poco tiempo, y finalmente la Argentina, que tenía todos los recursos naturales y ya se había perfilado hacia 1910 como una gran potencia y sin embargo no pudo nunca sostener su expansión económica.
Hasta mediados del siglo pasado nuestra economía era la más grande de toda la región cuando Brasil nos desplazó al segundo lugar, por su parte México nos desplazó al tercer lugar en la década del setenta. En un futuro no tan lejano el PBI de Colombia podría desplazar al nuestro al cuarto lugar. Nuestro escaso crecimiento productivo ha impulsado el gran crecimiento de la pobreza en los últimos años.
Argentina dejó de avanzar de una manera sostenida por el sendero del crecimiento económico basamento esencial, aunque no suficiente, de la integración social de toda la población. Los periodos de nuestro crecimiento han sido muy cortos, como el último registrado entre el 2003 y el 2008, y ya hace casi una década que abruman en Argentina hechos muy negativos, entre los cuales destacamos un gran déficit fiscal, el estancamiento de las exportaciones, la ausencia de nuevas inversiones productivas, la prevalencia de empleos de baja calidad con pobre remuneración, el retroceso educativo, el aumento de la exclusión social y una de las mayores inflaciones del mundo moderno. No es hora de discutir repartiendo las culpas del pasado, sino de enfrentar entre todos los argentinos la realidad presente y futura.
Al mismo tiempo que nuestro PBI era uno de los que menos crecía en América Latina, se consolidaba el liderazgo inflacionario de Argentina, disputado en los últimos años únicamente por Venezuela. El bajo crecimiento productivo era la consecuencia lógica de una pobre acumulación de capital productivo con escasas inversiones, lo cual debilitó la creación de nuevos empleos. Incidió negativamente en este proceso un elevado déficit fiscal (nacional y provincial) que pulverizó el ahorro nacional neto. Todos los países latinoamericanos, nuevamente con la excepción de Venezuela, registran niveles de ahorro nacional notablemente superiores a los de nuestro país (aproximadamente cincuenta por ciento mayor).
Pasaron ya 34 años desde la restauración de la democracia en 1983. Siguiendo el trabajo realizado por Jorge Remes Lenicov y Dante Sica “La deuda de la Democracia. La necesidad de consenso”, se pueden señalar los siguientes retrocesos, tanto en el orden social como en el económico:
- Mientras la pobreza se reducía en América Latina desde un 40 por ciento en 1983 a un 30 por ciento en 2017, entre nosotros crecía desde 16 por ciento a alrededor del 30 por ciento, es decir se duplicaba.
- El trabajo en “negro” comprendía en 1983 al 22 por ciento del empleo total, ascendía en los últimos años al 33 por ciento.
- La inflación argentina lidera la inflación mundial, ya que trepo al 70 por ciento anual acumulado desde 1983. Así se quitaron siete ceros a nuestra moneda.
- El gasto público asciende desde un 28 por ciento del PBI en 1983 a un 43 por ciento en los últimos años.
- El empleo público, principalmente el provincial y municipal aumenta un 81 por ciento desde 1983. El empleo total publico crece un 70 por ciento en estos años. Es decir un 36 por ciento por encima del crecimiento de la población.
- En los 34 años transcurridos desde 1983 hemos tenido recesiones y caídas del nivel de actividad en nada menos que en 13 años, es decir más de un año cada tres.
A estos hechos podríamos agregar los siguientes:
- El sistema jubilatorio está en una gran crisis estructural, ya que actualmente apenas aportan 1,4 trabajadores por cada jubilado. Es un caso único en el mundo, ya que en el resto de los países esta proporción oscila alrededor de 3 aportantes por cada beneficiario; el sistema está debilitado debido a la incorporación masiva de personas de altos ingresos monetarios, que sin haber trabajado fueron beneficiadas por las moratorias de los últimos años.
- El déficit en cuenta corriente de nuestra balanza de pagos viene creciendo año, motivado por un creciente déficit comercial. Importamos más que en los últimos años de la década pasada, pero exportamos mucho menos. De esta manera nuestra balanza comercial se deteriora en nada menos que 25000 millones de dólares cuando se compara el año pasado con el 2009.
- Hemos perdido el autoabastecimiento energético, ya que dejamos atrás una etapa caracterizada por energía abundante y exportada y entramos en una nueva etapa de energía escasa e importada. Hace ya varios años que caen tanto la producción de gas como de petróleo, y también caen las reservas. En el 2003 las reservas de gas eran un 75 por ciento mayor a las últimas conocidas.
- El retroceso educativo es notorio, ya que nuestros niños y adolescentes evidencian menores niveles de conocimiento, no solo cuando comparamos con las naciones avanzadas, sino con los países de América Latina. Nuestras Universidades gradúan muchos menos alumnos (en proporción a la población) que Brasil, Chile, Colombia y México.
No hay en nuestro futuro muchas alternativas realmente eficaces, ya que si queremos abatir la pobreza, tenemos que expandir aceleradamente el PBI, para ello necesitamos más inversiones realmente productivas, no aquellas propias de los posicionamientos financieros, mejor educación con igualdad de oportunidades para todos y expansión de las exportaciones. Pero si no reducimos en Argentina el enorme déficit fiscal, y así aumentamos el ahorro nacional, nada de esto podrá ocurrir, ya que no podremos abatir los actuales niveles de inflación.
Concluyamos con la siguiente reflexión: La tarea que enfrentamos todos los que habitamos este suelo es muy grande, es hora de comenzar a dejar atrás las estériles rencillas sobre el pasado y ponernos de acuerdo sobre el porvenir. Esta negociación con el FMI, de por sí sola difícilmente podrá abrir una nueva etapa de crecimiento, ya que sin grandeza política, tanto por parte del oficialismo como de las fuerzas opositoras, que permita prestar atención al futuro será muy difícil retomar el perdido sendero del crecimiento económico y social. La tarea no es fácil, pero no tenemos otra alternativa.
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